
Primero los datos:
La Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) (1) que recabó datos de 2018-2019, arrojó los siguientes resultados:
• En población menor de 5 años (0 a 59 meses), el exceso de peso estuvo presente en el 13,6%, con un 10% de sobrepeso y un 3,6% de obesidad.
• En población de 5 a 17 años, el exceso de peso estuvo presente en el 41,1% con un 20,7% de sobrepeso y 20,4% de obesidad.
• En la población adulta, la prevalencia de exceso de peso fue de 67,9%, que se repartió en un 34% de sobrepeso y un 33,9% de obesidad.
Lejos de ser un problema estético, la obesidad es el “dedo que señala” que existe un problema subyacente. Ni nuestra especie, el Homo sapiens y ni ningún animal, en su entorno natural, tienen problemas para controlar su peso corporal. Es así, que la obesidad es el emergente de las actuales condiciones de vida que están disociadas de nuestra biología ancestral, concepto hoy conocido como discordancia evolutiva. Si nos detenemos a pensar un poco vemos que, por ejemplo, los leones no han variado su alimentación a lo largo de los años: siempre comieron carne. En cambio, el Homo sapiens pasó de ser un cazador y recolector a comer productos con un gran procesamiento industrial (productos ultraprocesados).
La obesidad está acompañada de otros problemas de salud: diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular, hígado graso, síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS), mayor riesgo de padecer cáncer y enfermedades autoinmunes, trastornos cognitivos y del humor, síndrome de ovario poliquístico, dolores músculo-esqueléticos, etc. A todas estas entidades prefiero llamarles síndromes de civilización porque tienen en común la mencionada discordancia evolutiva.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan al cada vez más alto consumo de productos ultraprocesados (“comestibles chatarra”) como la causa principal de la obesidad (2) (3) (4). Estos productos tienen como características la alta industrialización, el neuromarketing que asocia a estos productos a la felicidad, status social, etc. (las publicidades están en todos los medios de comunicación), la mala calidad nutricional y la presencia de aditivos (conservantes, aromatizantes, realzantes del sabor, etc.) que los vuelven casi adictivos. Este último punto es crucial ya que estos productos alteran el sistema hambre – saciedad, favoreciendo la sobreingesta de los mismos.
Algunos ejemplos de productos ultraprocesados y que la OPS/OMS sostiene que se deben evitar son los que siguen:
• Bebidas gaseosas;
• Snacks dulces y salados envasados;
• Salchichas y hamburguesas industriales;
• Barras “energéticas” y snacks en barras;
• Helados;
• Caramelos (dulces);
• Panes industriales;
• Tortas, pasteles, postres;
• Galletas (bizcochos);
• Cereales endulzados para el desayuno;
• Margarinas;
• Productos para untar (como mermelada);
• Quesos procesado;
• Bebidas para deportistas y bebidas energéticas;
• Yogur endulzado con aromatizantes;
• Leche endulzada y bebidas lácteas en polvo con aromatizantes;
• Concentrados de jugo, jugos endulzados y bebidas afrutadas;
• Alimentos sólidos para lactantes;
• Platos y comidas listos para calentar;
• Sopas instantáneas;
• Fideos instantáneos;
• Salsas y aderezos.
Por los motivos mencionados, desde Ideas Médicas, proponemos una alimentación basada en COMIDA REAL (estos alimentos se consiguen habitualmente en carnicerías, pescaderías, pollerías y verdulerías) y que su preparación sea culinaria. La comida casera siempre será mejor que algo que prepara una industria. Michael Pollan ilustra este concepto con la frase: “no comas nada que no le pareciera comida a tu tatarabuela”.
Un problema que suelen preguntarme en el consultorio es qué les doy a mis hijos cuando van al jardín y, si bien no soy Pediatra, puedo recomendar, por ejemplo, preparar un tupper con frutas cortadas, algunas galletas caseras, comida que quedó de la cena anterior, etc. También, recomiendo revisar las siguientes fuentes que están fácilmente accesibles en Instagram:
4) @papacocina.
Finalmente, te recomiendo que leas este artículo:
Bibliografía (de acceso gratuito y fácil búsqueda en Internet)
1. Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud. Ministerio de salud y desarrollo social. 2019.